Comibam Internacional

COMIBAM en el IV Congreso de Lausana: Un Compromiso Renovado con la Colaboración Misionera

Fonseca, E.J. Departamento de Investigación – COMIBAM

Incheon, Corea del Sur – Del 22 al 28 de septiembre, el IV Congreso de Lausana reunió a más de 5,000 líderes cristianos de todo el mundo, marcando un hito importante para la misión global en el contexto post-pandemia. COMIBAM, el movimiento misionero iberoamericano, estuvo representado por su Junta Directiva, miembros de las Cooperaciones Misioneras Nacionales, su equipo ejecutivo, y el director ejecutivo Cristian Castro, así como líderes de denominaciones e iglesias involucrados en la misión desde sus espacios locales. La significativa participación iberoamericana, con más de 400 representantes latinos, subrayó la importancia de la región en el escenario misionero global.
Durante siete días de sesiones intensivas, plenarias y talleres, el congreso se organizó bajo el lema «Que la Iglesia Proclame y Exhiba a Cristo Juntos«. El evento fue diseñado para ser un proceso estratégico y colaborativo enfocado en analizar el contexto global de la misión, discernir los pasos a seguir, y buscar soluciones para cerrar las brechas en el cumplimiento de la Gran Comisión. Los participantes trabajaron juntos en equipos orgánicos, involucrándose en una diversidad de actividades, como «Lecciones de Hechos», «Compromisos Misionológicos» y grupos de afinidad que abordaron temas como Pueblos Menos Alcanzados, Justicia y Defensa, Misión Integral, y Estrategia de la Misión.

Reflexiones sobre la Unidad y la Colaboración
Desde el primer día, quedó claro el objetivo de reunir y movilizar a las generaciones post-pandemia para avanzar en la misión de Dios. Aunque este objetivo fue ambicioso, la presentación anticipada de la Declaración de Seúl generó ciertas tensiones, evidenciando la necesidad de un diálogo más profundo y la apertura para incluir voces diversas. Esta situación invita a la reflexión sobre la forma en que debemos manejar la diversidad y buscar espacios participativos que reflejen realmente el espíritu colaborativo del movimiento.
El segundo día del congreso subrayó la dependencia del Espíritu Santo como esencial para la misión cristiana. Femi Adeleye remarcó: «No podemos ni debemos reemplazar la oración ferviente con estrategias y planes», un llamado que resonó con fuerza y que debe ser central para cualquier actividad misionera. La necesidad de un enfoque pneumatológico fue enfatizada como base para la eclesiología y los compromisos misiológicos. Sin embargo, la brevedad de estos espacios dejó en evidencia la falta de tiempo para escuchar colectivamente la voz del Espíritu, un aspecto crucial para la misión.
La reflexión sobre la comunidad misional en el tercer día, la necesidad de transparencia y la autenticidad en la colaboración resaltaron cómo la unidad verdadera no solo implica evitar duplicaciones, sino también ser intencionales en el trabajo conjunto. Bishop Efraim Tendoro lo expresó claramente: «Para establecer una unidad significativa en el cuerpo de Cristo, debemos evitar la duplicación, eliminar la competencia y fomentar la colaboración». Esta reflexión es especialmente pertinente para los contextos misioneros donde las barreras culturales y denominacionales pueden ser un obstáculo para el trabajo efectivo.
El enfoque en la persecución, el testimonio laboral y el discipulado intergeneracional en los siguientes días, destacaron diferentes dimensiones de la misión y la importancia de ser testigos de Cristo en todo ámbito de la vida. El testimonio de Farshid Fathi sobre la misión en medio de la adversidad y la visión de Julia Garschagen sobre el testimonio en el ámbito laboral, nos recuerda que la misión no se limita a los contextos eclesiales, sino que se extiende a cada aspecto de nuestra vida cotidiana.
El séptimo día del congreso cerró con un llamado a la colaboración global y la firma del «Compromiso de Acción Colaborativa». Las reflexiones de Allan Matamoros y Ronaldo Lidorio sobre la misión integral desde Latinoamérica y la necesidad de confiar en el poder del Espíritu Santo, reiteraron la importancia de que la misión sea una expresión auténtica del evangelio, llevada a cabo no solo con estrategias humanas, sino con la guía del Espíritu.
Estas reflexiones desde el Congreso de Lausana nos invitan a considerar cómo podemos ser una iglesia verdaderamente colaborativa, comprometida con el poder del Espíritu Santo, y dispuesta a superar las diferencias para proclamar y exhibir a Cristo juntos.

Desafíos y Oportunidades para la Misión Iberoamericana
El IV Congreso de Lausana también dejó claro que, si bien se ha avanzado mucho en términos de colaboración y crecimiento del movimiento misionero global, todavía existen áreas que necesitan mejorar. Uno de los puntos que generó insatisfacción fue la falta de un espacio más participativo para las voces del «Majority Christian World». Aunque se habló sobre «exhibir a Cristo» de manera conjunta, el enfoque práctico hacia la evangelización mundial quedó relegado, dando lugar a un tratamiento superficial en ciertos temas clave, lo cual contrastó con el propósito original del movimiento Lausana de acelerar la evangelización global.
Desde COMIBAM se identificó la necesidad de gestionar mejor los temas controvertidos y fomentar un diálogo abierto e inclusivo. Ejemplo de esto fue la controversia generada en torno a la presentación de Ruth Padilla DeBorst, cuyos planteamientos sobre justicia social y algunas teologías generaron divergencia de opiniones. Este tipo de situaciones, si bien representan una tensión natural en un movimiento diverso como Lausana, también ponen de manifiesto la necesidad de una mejor gestión de la diversidad, manteniendo siempre como eje la verdad de Cristo sobre todas las posiciones.

Tareas Pendientes para el Movimiento
En el contexto de lo vivido en Incheon, desde el Departamento de Investigación de COMIBAM se han identificado algunas tareas pendientes que podrían fortalecer el movimiento misionero:

  1. Desarrollar una Masa Crítica de Reflexión: Formar una masa crítica que piense coherentemente desde una perspectiva bíblica, teológica y misionológica, para documentar nuestra posición y asegurar que nuestra voz sea escuchada en este mundo policéntrico.
  2. Estudio de la Declaración de Seúl: Reflexionar y analizar la Declaración de Seúl para definir una postura clara y alineada espiritualmente, que represente al movimiento iberoamericano y fortalezca su contribución a la misión global.
  3. Entender las Implicaciones del «Mundo Mayoritario Cristiano»: Evitar posturas aislacionistas o triunfalistas, buscando siempre un centro en Cristo que nos una y promueva la unidad de la iglesia.
  4. Gestionar Tensiones y Diversidad de Opiniones: Aprender a gestionar las diferencias de una manera respetuosa, reflexiva y centrada en el amor y la verdad de Cristo, como muestra de nuestra unidad en Él.
Compromiso con la Colaboración Misionera
El séptimo día del congreso concluyó con un llamado a la acción conjunta, invitando a los participantes a firmar un «Compromiso de Acción Colaborativa», un documento que expresa la intención de trabajar juntos para cerrar las brechas misioneras y fomentar la unidad. Allan Matamoros, director asociado de campo de COMIBAM, reflexionó sobre cómo el movimiento misionero en América Latina ha pasado de ser un campo misionero a convertirse en una fuerza de misión, contribuyendo significativamente al avance del evangelio en lugares no alcanzados, incluyendo el mundo musulmán. Subrayó que «se estima que probablemente 30.000 iberoamericanos se han convertido en misioneros transculturales», lo cual refleja el cambio en la misión desde Latinoamérica y la relevancia de este movimiento en el panorama global.
El brasilero Ronaldo Lidorio también enfatizó la necesidad de llevar el evangelio a los lugares más remotos, no dependiendo únicamente de nuestras estrategias, sino confiando en el poder transformador del Espíritu Santo. En un acto simbólico de reconciliación, se compartieron el pan y el vino, dirigidos por un líder coreano y un líder japonés, recordando que, a pesar de las diferencias culturales e históricas, todos estamos llamados a ser uno en Cristo.
 
Conclusión
El movimiento misionero iberoamericano debe fortalecer la colaboración, depender activamente del Espíritu Santo, promover una misión integral y gestionar nuestras diferencias con amor y verdad. Esto no es simplemente un evento; es un proceso, un viaje continuo que requiere reflexión, diálogo y acción constante. La iglesia, comprometida con la misión global de Dios —una misión integral, intergeneracional y transcultural— está llamada a ser luz en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. La pregunta sigue vigente: ¿podremos, como cuerpo de Cristo, ser fieles a este llamado y proclamar y exhibir a Cristo juntos en un mundo fragmentado?
 
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