Comibam Internacional

Declaración de Fe

COMIBAM Internacional se adhiere a la expresión bíblica, teológica y misionológica del Pacto de Lausana.

Pacto de Lausana

Introducción

Como miembros de la Iglesia de Jesucristo, provenientes de más de 150 naciones, que hemos participado en el Congreso Internacional sobre Evangelización Mundial en Lausana, alabamos a Dios por Su gran salvación y nos regocijamos en la comunión que nos ha dado consigo mismo y del uno para con el otro. Impulsados al arrepentimiento por nuestros fracasos, y desafiados por la inconclusa tarea de la evangelización, nos sentimos profundamente conmovidos por las cosas que Dios está haciendo en nuestros días. Creemos que el Evangelio es la buena nueva de Dios para todo el mundo, y por Su gracia, estamos decididos a obedecer la comisión de Cristo, de proclamarla a toda la humanidad, y hacer discípulos de todas las naciones. Deseamos, por lo tanto, afirmar nuestra fe y nuestra resolución y hacer público nuestro pacto.

1. EL PROPÓSITO DE DIOS

Afirmamos nuestra fe en un solo Dios eterno, como Creador y Señor del mundo, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, que gobierna todas las cosas según el propósito de Su voluntad. El ha estado llamando, del mundo, un pueblo un pueblo para Sí, y enviándolo al mundo como siervos y testigos Suyos, para la extensión de Su Reino, la edificación el cuerpo de Cristo y la gloria de Su Nombre. Confesamos con vergüenza que a menudo hemos negado nuestro llamamiento y fallado en nuestra misión, conformándonos al mundo o separándonos de él. Sin embrago, nos regocijamos de que, aunque en vasos de barro, el Evangelio sigue siendo un precioso tesoro. A la tarea de dar a conocer ese tesoro, por el poder del Espíritu Santo, deseamos dedicarnos de nuevo. Is. 40:28; Mt. 28:19; Ef. 1:11; Hch. 15:15; Jn 17:6,18; Ef. 4:12; 1 Co. 5:10; Ro. 12:2; 2 Co. 4:7

2. AUTORIDAD Y PODER DE LA BIBLIA

Afirmamos la divina inspiración, fidelidad y autoridad de las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, sin error en todo lo que aseveran, y que son la única norma infalible de fe y conducta. Afirmamos también el poder de la Palabra de Dios para cumplir Su propósito de salvación. El mensaje de la Biblia se dirige a toda la humanidad, puesto que la revelación de Dios en Cristo y en las Escrituras es inalterable. Por medio de ella el Espíritu Santo sigue hablando hoy. Él ilumina la mente del pueblo de Dios en cada cultura, para percibir la verdad nuevamente con sus propios ojos, y así muestra a toda la iglesia más de la multiforme sabiduría de Dios. 2 Ti. 3:16; 2 P 1:21; Jn. 10:35; Is. 55:11; 1 Co. 1:21; Ro. 1:16; Mt. 5:17,18; Jud 3, Ef. 1:17,18; 3:10,18.

3. SINGULARIDAD Y UNIVERSALIDAD DE CRISTO

Afirmamos que hay un solo Salvador y un solo Evangelio aunque existen diversos acercamientos a la evangelización. Reconocemos que todos los hombres tienen algún conocimiento de Dios por medio de Su revelación general en la naturaleza. Pero rechazamos también, como un insulto a Cristo y al Evangelio, toda clase de sincretismo y diálogo que implique que Cristo habla igualmente por medio de todas las religiones e ideologías. Jesucristo es el Dios-hombre que se entregó a Sí mismo como único mediador entre Dios y el hombre. No hay otro nombre en que podamos ser salvos. Todos los hombres perecen a causa del pecado, pero Dios ama a todos los hombres y es Su deseo que ninguno perezca sino que todos se arrepientan. Sin embargo, los que rechazan a Cristo repudian el gozo de la salvación y se condenan a una eterna separación de Dios. Proclamar a Jesús como «El Salvador del mundo» no es afirmar que todos los hombres son salvos automática o finalmente, y menos aún afirmar que todas las religiones ofrecen la salvación en Cristo. Es más bien, proclamar al mundo de los pecadores e invitar a todos los hombres a responder a Él como Señor y Salvador en la entrega personal y auténtica del arrepentimiento y la fe. Jesucristo ha sido exaltado sobre todo nombre: esperamos el día cuando toda rodilla se doble ante Él y toda lengua lo confiese como Señor. Gl. 1:8,9; Ro. 1:18,32; 1 Ti. 2:5, 6; Hch. 4:12; Jn. 3:16-19; 2 Ts. 1:7-9; Jn. 4:42; Mt. 11:28; Ef. 1:20, 21; Flp.2:9-11.

4. NATURALEZA DE LA EVANGELIZACIÓN

Evangelizar es difundir la buena nueva de que Jesucristo murió por nuestros pecados y resucitó de los muertos según las Escrituras, y que ahora como el Señor que reina ofrece el perdón de los pecados y el don liberador del Espíritu Santo a todos los que se arrepienten y creen. Nuestra presencia cristiana en el mundo es indispensable para la evangelización; también los es un diálogo cuyo propósito sea escuchar con sensibilidad a fin de comprender. Pero la evangelización es la proclamación misma del Cristo histórico y bíblico como Salvador y Señor, con el fin de persuadir a la gente a venir a Él personalmente y reconciliarse con Dios. Al hacer la invitación del Evangelio, no tenemos la libertad para ocultar o rebajar el costo del discipulado. Jesús todavía llama, a todos los que quieran seguirlo, a negarse a sí mismos, tomar su cruz e identificarse con su nueva comunidad. Los resultados de la evangelización incluyen la obediencia a Cristo, la incorporación en Su iglesia y el servicio responsable en el mundo. 1 Co. 15:3,4; Hch. 2:32-39; Jn. 20:21; 1 Co. 1:23; 2 Co. 4:5; 5:11-20; Lc. 14:25-33; Mr. 8:34; Hch. 2:40,47; Mr. 10:43-45.

5. RESPONSABILIDAD  SOCIAL CRISTIANA

Afirmamos que Dios es tanto el Creador como el Juez de todos los hombres. Por lo tanto, debemos compartir Su preocupación por la justicia y la reconciliación en toda la sociedad humana, y por la liberación de todos los hombres de toda clase de opresión. La humanidad fue hecha a la imagen de Dios; consecuentemente, toda persona, sea cual sea su raza, religión, color, cultura, clase, sexo, o edad tiene una dignidad intrínseca, en razón de la cual debe ser respetada y servida, no explotada. Expresamos además nuestro arrepentimiento, tanto por nuestra negligencia, como por haber concebido, a veces, la evangelización y la preocupación social como cosas que se excluyen mutuamente. Aunque la reconciliación con el hombre no es lo mismo que la reconciliación con Dios, ni el compromiso social es lo mismo que la evangelización, ni la liberación política es lo mismo que la salvación, no obstante afirmamos que la evangelización y la acción social y política son parte de nuestro deber cristiano. Ambas son expresiones necesarias de nuestra doctrina de Dios y del hombre, de nuestro amor al prójimo y de nuestra obediencia a Jesucristo. El mensaje de la salvación implica también un mensaje de juicio a toda forma de alienación, opresión y discriminación, y no debemos temer el denunciar el mal y la injusticia dondequiera que existan. Cuando la gente recibe a Cristo, nace de nuevo en Su Reino y debe manifestar a la vez que difundir Su justicia en medio de un mundo injusto. La salvación que decimos tener, debe transformarnos en la totalidad de nuestras responsabilidades, personales y sociales. La fe sin obras es muerta. Hch. 17:26,31; Gn. 18:25; Isa. 1:17; Sal. 45:7; Gn. 1:26,27; Stg. 3:9; Lev. 19:18; Lc. 6:27,35; Stg. 2:26-26; Jn. 3:3,5; Mt. 5:20; 6:33; 2 Co. 3:18.

6. LA IGLESIA Y LA EVANGELIZACIÓN

Afirmamos que Cristo envía a los redimidos al mundo así como el Padre lo envió a Él, y que ello exige una similar penetración profunda y costosa en el mundo. Necesitamos salir de nuestros ghettos eclesiásticos y penetrar en la sociedad no cristiana. En la misión de la Iglesia, que es misión de servicio sacrificial, la evangelización ocupa el primer lugar. La evangelización mundial requiere que toda la Iglesia lleve todo el Evangelio a todo el mundo. La Iglesia está en el corazón mismo del propósito cósmico de Dios y es el instrumento que Él ha designado para la difusión del Evangelio. Pero una Iglesia que predica la cruz debe ella misma estar marcada por la cruz. Se convierte en una piedra de tropiezo para la evangelización cuando traiciona al Evangelio o carece de una fe viva en Dios, un genuino amor a los hombres, o una escrupulosa honradez en todas las cosas, incluyendo la promoción y las finanzas. La Iglesia es la comunidad del Pueblo de Dios, más bien que una institución, y no debe identificarse con una cultura, sistema social o político, o ideología humana particular. Jn 17:18, 20-21; Mt. 29:19-20; Hch. 1:8; 20:27; Ef. 1:9; 3:9-11; Gl. 6:14, 17; 2 Cor. 6:3, 4; 2 Ti. 2:19-21; Fil. 1:27.

7. COOPERACIÓN EN LA EVANGELIZACIÓN

Afirmamos que la unidad visible de la Iglesia en la verdad es el propósito de Dios. La evangelización también nos invita a la unidad, puesto que la unidad fortalece nuestro testimonio, así como nuestra falta de unidad menoscaba nuestro evangelio de reconciliación. Reconocemos, sin embargo, que la unidad organizacional puede tomar muchas formas y no necesariamente sirve a la causa de la evangelización. No obstante, los que compartimos la misma fe bíblica, debemos estar estrechamente unidos en comunión, trabajo y testimonio. Confesamos que nuestro testimonio ha estado a veces marcado por un individualismo pecaminoso y una duplicación innecesaria. Nos comprometemos a buscar una unidad más profunda en la verdad, la adoración, la santidad y la misión. Urge el desarrollo de una cooperación regional y funcional para el avance de la misión de la iglesia, el planeamiento estratégico, el ánimo mutuo y el compartir de recursos y experiencia. Jn. 17:21,23; Ef. 4:3,4; Jn. 13:35; Fil. 1:27; Jn. 17:1-23.

8. LA IGLESIA Y EL COMPAÑERISMO EN LA EVANGELIZACIÓ

Nos gozamos de que una nueva era misionera haya empezado. El viejo modelo de dominación occidental está desapareciendo rápidamente. Dios está levantando de las iglesias jóvenes, grandes y nuevos recursos para la evangelización mundial, y está demostrando así que la responsabilidad de evangelizar pertenece a todo el cuerpo de Cristo. Todas las iglesias, por lo tanto, deben preguntar a Dios y preguntarse a sí mismas lo que deben hacer para evangelizar su propia área y enviar misioneros a otros países del mundo. Le evaluación de nuestra responsabilidad y la tarea misionera debe ser continua. Así crecerá el compañerismo entre las iglesias y se manifestará, con mayor claridad, el carácter universal de Cristo. También damos gracias a Dios por todas las agencias que trabajan en la traducción de la Biblia, la educación teológica, los medios masivos de comunicación, la literatura cristiana, la evangelización, las misiones, la renovación de la iglesia y otros campos especializados. Ellas también deben empeñarse en una autocrítica constante, a fin de evaluar su efectividad como parte de la misión de la Iglesia. Ro. 1:18; Fil. 1:5; 4:15; Hch. 13:1-3; 1 Ts. 1:6-8.

9. LA URGENCIA DE LA TAREA DE EVANGELIZACIÓN

Más de 2700 millones de personas, es decir, más de las dos terceras partes de la humanidad, no han sido evangelizadas todavía. Nos avergonzamos de que tantas personas hayan sido descuidadas; esto es un continuo reproche para nosotros y para toda la iglesia. Hoy, sin embargo, hay muchas partes del mundo en que hay una receptividad sin precedentes frente al Señor Jesucristo. Estamos convencidos, de que es el momento en que las iglesias y las agencias para-eclesiásticas oren fervientemente, por la salvación de los inconversos, e inicien nuevos esfuerzos para realizar la evangelización del mundo. Una reducción del número de misioneros y de fondos procedentes del exterior, puede ser a veces necesario para facilitar, en un país evangelizado, el crecimiento de una iglesia nacional en autoconfianza, y para desplazar recursos a otras áreas no evangelizadas. Debe haber un libre intercambio de misioneros, de todos los continentes a todos los continentes, en un espíritu de servicio humilde. La meta debe ser, por todos los medios disponibles y en el más corto plazo posible, que toda persona tenga la oportunidad de escuchar, entender y recibir la Buena Nueva. No podemos esperar alcanzar esta meta sin sacrificio. Todos nos sentimos sacudidos por la pobreza de millones de personas y perturbados por las injusticias que la causan. Los que vivimos en situaciones de riqueza aceptamos nuestro deber de desarrollar un estilo de vida simple a fin de contribuir más generosamente tanto a la ayuda material como a la evangelización. Jn 9:4; Mt. 9:36-38; Ro. 9:1-9; 1 Co. 9:19-23; Mt. 16:15; Is. 58:6,7; Stg. 1:27; 2:1-9; Mt. 25:31-46; Hch. 2:44-45; 4:34,35.

10. EVANGELIZACIÓN Y CULTURA

El desarrollo de la estrategia para la evangelización mundial requiere imaginación en el uso de métodos. Con la ayuda de Dios, el resultado será el surgimiento de iglesias enraizadas en Cristo y estrechamente vinculadas a su cultura. La cultura siempre debe ser probada y juzgada por las Escrituras. Puesto que el hombre es una criatura de Dios, algunos de los elementos de su cultura son ricos en belleza y bondad. Pero debido a la caída, toda su cultura está mancillada por el pecado y algunos de sus aspectos son demoníacos. El evangelio no presupone la superioridad de una cultura sobre otras, sino que evalúa a todas las culturas según sus propios criterios de verdad y justicia, e insiste en principios morales absolutos en cada cultura. Las misiones, con mucha frecuencia, ha exportado una cultura extraña junto con el Evangelio, y las iglesias han estado más esclavizadas a la cultura que sometidas a las Escrituras. Los evangelistas de Cristo deben tratar, humildemente, de vaciarse de todo, excepto de su autenticidad personal, a fin de ser siervos de los demás, y las iglesias deben tratar de transformar y enriquecer su cultura, todo para la gloria de Dios. Mr. 7:8,9,13; Gn. 4:21,22; 1 Co. 9:19-23; Flp. 2:5-7; 2 Co. 4:5

11. EDUCACIÓN Y LIDERAZGO

Confesamos que, a veces, hemos buscado un crecimiento de la Iglesia a expensas de la profundidad, y hemos divorciado la evangelización del crecimiento cristiano. Reconocemos también que algunas de nuestras misiones han sido lentas en cuanto a equipar y animar a los líderes nacionales para que asuman las responsabilidades a que tienen derecho. Sin embargo, aceptamos los principios de autocrítica y anhelamos que cada iglesia tenga líderes nacionales que manifiesten un estilo cristiano de liderazgo, no en términos de dominio, sino de servicio. Reconocemos que hay mucha necesidad de mejorar la educación teológica, esencialmente

para los líderes de la iglesia. En cada nación y cultura debe haber un programa efectivo de entrenamiento para pastores y laicos, en doctrina, discipulado, evangelización, crecimiento y servicio. Tales programas de entrenamiento no deben depender de una metodología estereotipada, sino que deben desarrollarse según iniciativas locales creadoras en conformidad con las normas bíblicas. Col. 1:27,28; Hch 14:23; Tit. 1:5,9; Mr. 10:42-45; Ef. 4:11,12

12. CONFLICTO ESPIRITUAL

Creemos que estamos empeñados en una constante batalla espiritual contra los principados y potestades del mal, que tratan de destruir a la iglesia y frustrar su tarea de evangelización mundial. Conocemos nuestra necesidad de tomar toda la armadura de Dios y pelear esta batalla con las armas espirituales de la verdad y la oración, ya que percibimos la actividad de nuestro enemigo, no sólo en las falsas ideologías fuera de la Iglesia, sino también dentro de ellas, en los evangelios falsos que tergiversan las Escrituras y colocan al hombre en el lugar de Dios.

Necesitamos vigilancia y discernimiento para salvaguardar el Evangelio Bíblico. Reconocemos que nosotros mismos no estamos inmunes a la mundanalidad en el pensamiento y en la acción, es decir, una contemporización con el secularismo. Por ejemplo, aunque los estudios del crecimiento de la Iglesia, tanto numérico como espiritual, tienen su lugar cuando se hacen con cuidado, a veces los hemos descuidado. Otras veces, en el deseo de asegurar una respuesta al evangelio, hemos acomodado nuestro mensaje, hemos manipulado a nuestros oyentes por medio de técnicas de presión y nos hemos preocupado demasiado de las estadísticas y hasta hemos sido deshonestos en el uso que hemos hecho de ellas. Todo esto es mundanal. La Iglesia debe estar en el mundo, pero el mundo no debe estar en la Iglesia. Ef. 6:12; 2 Co. 4:3,6; Ef. 6:11, 13-18; 2 Co. 10:3-5; 1 Jn 2:18-25; 4:1-3; Gl. 1:6-8; 2 Co. 2:17; 4:2; Jn 17:5

13. LIBERTAD Y PERSECUCIÓN

Es un deber señalado por Dios, que todo gobierno debe asegurar condiciones de paz, justicia y libertad, en las cuales la Iglesia pueda obedecer a Dios, servir al Señor Jesucristo, y predicar el Evangelio sin impedimento. Por lo tanto, oramos por los gobiernos nacionales y les hacemos un llamado para que garanticen la libertad de pensamiento y de conciencia, y la libertad de practicar y propagar la religión, de acuerdo con la voluntad de Dios en los términos establecidos en la

Declaración Universal de los Derechos humanos. Expresamos también nuestra preocupación profunda por quienes sufren prisión injustamente, y especialmente por nuestros hermanos que sufren por el testimonio del Señor Jesús. Prometemos orar y trabajar por su libertad. Al mismo tiempo que no nos dejaremos intimidar por lo que les suceda a ellos. Con la ayuda de Dios, también nosotros procuraremos mantenernos firmes contra la injusticia y permanecer fieles al Evangelio cualquiera sea el costo. No olvidemos la advertencia de Jesús de que la persecución es inevitable. 1 Ti. 1:1-4; Hch. 4:19; 5:29; Col. 3:24; Heb. 13:1-3; Lc. 4:18; Gl. 5:11; 6:12; Mt. 5:10-12; Jn 15:18-21

14. EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO

Creemos en el poder del Espíritu Santo. El Padre envió a Su Espíritu para dar testimonio de Su Hijo; sin el testimonio de Él nuestro testimonio es vano. La convicción de pecado, la fe en Cristo, el nuevo nacimiento y el crecimiento cristiano, son toda obra Suya. Más aún, el Espíritu Santo es un Espíritu misionero, y por ello la evangelización debiera brotar de una iglesia que está llena del Espíritu. La evangelización mundial será una posibilidad realista, sólo cuando el Espíritu renueve a la Iglesia en sabiduría, fe, santidad, amor y poder. Por lo tanto, hacemos un llamado a todos los cristianos, para que oren, a fin de que venga una visitación del Espíritu de Dios, de modo que todo Su fruto se vea en Su pueblo, y que todos Sus dones enriquezcan al cuerpo de Cristo. Sólo entonces, la Iglesia toda llegará a ser instrumento adecuado en Sus manos, para que el mundo entero oiga la voz de Dios. 1 Co. 2:4; Jn. 15:26,27; 16:8-11; 1 Co. 12:3; Jn. 3:6-8; 2 Co. 3:18; Jn 7:37-39; 1 Ts 5:19; Hch. 1:8; Sal. 85:4-7; 67:1-3; Gl. 5:22,23; 1 Co. 12:4-31; Ro. 12:3-8

15. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Creemos que el Señor Jesucristo regresará en forma personal y visible, en poder y gloria, para consumar Su salvación y Su Juicio. Esta promesa de Su venida, nos impulsa poderosamente a evangelizar, porque recordamos Sus palabras que es necesario que el Evangelio sea predicado a todas las naciones. Creemos que en el período que media entre la ascensión de Cristo y Su segunda venida, la misión del pueblo de Dios tendrá que completarse y que no podemos detenernos antes del fin. También recordamos Su advertencia de que surgirán falsos profetas y falso cristos como precursores del Anticristo final. Por lo tanto, rechazamos todo sueño autosuficiente y arrogante de que el hombre podrá construir una utopía en la tierra. Nuestra confianza cristiana es que Dios perfeccionará Su reino, y esperamos con gran expectativa el día en que habrá nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales morará la justicia y Dios reinará para siempre. Entre tanto, nos dedicamos de nuevo al servicio de Cristo y de los hombres, sometiéndonos gozosamente a Su autoridad sobre la totalidad de nuestras vidas. Mc.14:62; Heb. 9:28; Mr. 13:10; Hch.1:8-11; Mt. 28:20; Mr. 13:21-23; Jn 2;18; 4:1-3; Lc. 12:32; Ap. 21:1-5; 2 P 3:13; Mt. 28:18

Conclusión

Por tanto, teniendo en cuenta nuestra fe y nuestra resolución, hacemos pacto solemne con Dios y con nuestros hermanos, de orar, planear y trabajar juntos para la evangelización de todo el mundo. Hacemos un llamado a cuantos quieran unirse a nosotros.

QUE DIOS NOS AYUDE POR SU GRACIA Y PARA SU GLORIA A SER FIELES A ESTE PACTO.  Amén, Aleluya.