Comibam Internacional

Crisis global hace repensar la misión

\"covid-gente\"

Por Dr. David Cárdenas

Nunca me imaginé que estaría pasando por un aislamiento obligatorio en mi residencia en Bogotá.

Junto a mi familia estamos entrando a la sexta semana, y nos aguardan otras más.  En condiciones normales, para esta fecha estaría preparando un viaje para cumplir con las responsabilidades ministeriales.  Es posible que para usted también, su agenda haya sido transformada radicalmente en corto tiempo y una parte de su vida diaria tenga que ver con reuniones virtuales y otras tareas frente a su pantalla.  Este virus denominado como COVID-19 me ha puesto a pensar mucho en el presente y en el futuro. Como líder en misión, considero que esta pausa mundial es una invitación de Dios a repensar tanto la vida, como la participación en la misión.

Esta pandemia nos está enseñando que nuestro mundo puede cambiar muy rápido en cualquier momento. Nuestra generación nunca conoció algo similar que afectara el mundo en esta magnitud.   El cambio, aunque incómodo, nos empuja a reevaluar nuestros ministerios, nuestras vidas y hacer ajustes. Estoy seguro que esta pandemia no tomó a Dios por sorpresa, Él es soberano, sin embargo a muchos si nos tomó por sorpresa. Lo que veíamos como algo lejano y que solo afectaría a la China, vino para cambiarnos la vida, quizás para siempre.

Esta \»nueva realidad\» a la que tendremos que adaptarnos a vivir, nos está haciendo reevaluar varios de nuestras formas de trabajo ministerial. Es por eso que ofrezco esta reflexión para líderes en la misión de Dios, y que ha sido fruto de leer, observar, escuchar y facilitar diálogos semana a semana con decenas de líderes en la región latinoamericana, involucrados en mesas de trabajo en el ámbito de la traducción de la Biblia y de cooperación misionera.

Estas son las conclusiones:

Los aprendizajes que han dejado otras crisis del pasado son de ayuda tanto al líder y a la organización, para afrontar la crisis actual y ver a Dios en acción una vez más.[1]  Este tiempo está siendo una oportunidad para cultivar una mayor dependencia en Dios, cuando los planes y programas quedan en estado de vulnerabilidad ante diversos factores de riesgo disruptivos, como es el caso de un virus.

Se ha afirmado que la misión de Dios sigue siendo la misma, ya que ésta no cambia con un agente microscópico, pero hay que estar abiertos a nuevas maneras de seguirla cumpliendo.  Como líderes tendremos que ser más conscientes que el trabajo ministerial puede verse interrumpido o afectado por alguna circunstancia en cualquier momento, y por causas diferentes al COVID-19.   Es pertinente que de ahora en adelante al momento de pensar en un evento y proyecto, se cuente con una matriz de riesgo para identificar los factores que tendrían la capacidad de trastornar el desarrollo de estos y por ende contar con planes de contingencia.

Durante el proceso de reuniones se ha apreciado el valor de dialogar entre líderes, ya que ha permitido saber cómo estamos enfrentando los desafíos, qué soluciones se están encontrando y qué recursos se pueden compartir unos con otros.   También los diálogos han contribuido a construir la confianza por cuanto se ha hablado desde la vulnerabilidad, la incertidumbre y los desafíos.  Han sido espacios para orar, darnos ánimos, intercambiar experiencias y facilitar aprendizaje unos con otros.

Todos los líderes y ministerios han sido impactados de maneras diversas, pero a la vez están aprendiendo a ver este tiempo como una oportunidad para evaluar, hacer ajustes, aprender, innovar y acelerar cambios.  El mundo que hemos conocido muy posiblemente no tendrá la misma “normalidad” por lo tanto un enfoque en la adaptación y la innovación es esencial.

También ha sido importante saber que ningún ministerio quedó estancado, sino que ha continuado trabajando con creatividad y echando mano de diversas posibilidades en el ambiente. Al respecto la mayoría de los líderes reconocieron que su ministerio tuvo que dar un gran paso hacia un sistema de trabajo virtual, lo cual hace evidente la necesidad de recibir mayor capacitación en cómo trabajar remotamente y realizar reuniones virtuales efectivas en los equipos de ministerio.  Ahora, no olvidemos que hay organizaciones indígenas o ministerios pequeños que no tienen gran acceso a la tecnología y conectividad, ellos necesitarán recibir ayuda para no quedarse fuera de la “danza”.

Somos testigos de cuán rápido un virus puede moverse alrededor del mundo, debido a la globalización y a las conexiones.  Cuando salgamos al otro lado, reconoceremos lo interconectado que se ha vuelto nuestro mundo y la iglesia.   Entonces, el futuro de la misión requerirá que veamos, comprendamos y usemos esta interconectividad como algo que puede tener mayor provecho en las misiones.

Muchos han reconocido la necesidad de entrar en una transformación digital, invirtiendo más en el área de comunicaciones y tecnología de la organización.  Hoy, más ministerios están abiertos a recibir entrenamiento en educación virtual y cómo usar plataformas tales como Moodle y Google class room, para seguir adelante con programas de entrenamiento.

Si bien las iglesias se encuentran cerradas en todos los países, esta crisis ha abierto más oportunidades para que una organización pueda llegar a los hogares y personas con temas relacionados con la movilización y la capacitación misionera, por ejemplo, viajes misioneros virtuales, cursos, foros, conversatorios, ya que todos estamos en casa.

Esto lleva a pensar que es posible que se tenga que trabajar en reinventar las formas de movilizar, reclutar candidatos y enviarlos de cara a los próximos doce meses, dado que la crisis actual no termina con el levantamiento de las cuarentenas. En algunos países, para lo que resta del 2020 se visualiza que las iglesias no abrirán sus puertas a los cultos públicos.  Algunos expresaron que su enfoque antes que nuevos envíos será el de asegurar la permanencia de sus obreros, para que no retornen anticipadamente.

Antes de hablar de realizar eventos presenciales tales como capacitaciones, seminarios, consultas, congresos, etcétera, primero debemos responder a preguntas tales como: ¿hasta cuántas personas las leyes del país local lo permitirán y bajo qué condiciones? ¿Cuáles son los nuevos parámetros para los eventos que implica viajes internacionales? por ejemplo, requisitos además del pasaporte y visa.

En materia financiera, varios líderes expresaron que ya están experimentando dificultades financieras tanto a nivel familiar como organizacional y otros las experimentarán en los próximos meses, debido a que las fuentes de recursos también están sufriendo la crisis, entre ellas, las iglesias. Por supuesto, esto también tendrá un impacto en los obreros de campo, lo cual está siendo objeto de estudio por parte del equipo de investigación de COMIBAM.

Por otro lado, varios ministerios han podido personalizar su contacto con los donantes mucho más, ya que la mayoría está en casa.  También hay donantes que han estado más abiertos para hablar y conocer de la labor que apoyan.

La crisis nos está dejando un llamado a crecer en una teología de generosidad y práctica.  Ante las necesidades, iglesias y organizaciones han estado participando de iniciativas en movimientos de generosidad.  La generosidad no solamente se trata de compartir dinero, sino también experiencia, materiales, capacitación, comida, asesoría, consejo, amistad, etc.

Las juntas directivas y líderes de los ministerios pueden trabajar en medir y evaluar el impacto en la organización para, el ahora, el después y el más allá.  Esto les puede ayudar a determinar su propia estrategia de resiliencia.  Por ejemplo, crear un comité de crisis para manejar la situación, proyectar nuevamente los ingresos y gastos al corto y mediano plazo, determinar las inversiones en la transformación digital, entre otras medidas.[2]  Algunos ministerios se han cuestionado si realmente necesitan tener una infraestructura para seguir funcionando.  Esta situación ha puesto a prueba qué tanta infraestructura física se necesita para funcionar.

La crisis y sus efectos van a continuar por un tiempo, por ende necesitamos ampliar la solidaridad como expresión del amor entre el Cuerpo de Cristo y nuestra colaboración para superar las dificultades.  Debemos ver esta década como una década de colaboración radical, y ésta es la mejor manera de servir en la misión de Dios.

“La colaboración a menudo nace de la crisis, cuando enfrentamos obstáculos y desafíos más allá de la capacidad de cualquier ministerio individual, y nos damos cuenta de que podemos hacer más juntos de lo que podríamos lograr solos. ¡No hay mayor necesidad de colaboración que ahora!”[3]

El impacto del COVID-19 también se ha hecho sentir en las selvas y campos de nuestra región, ya que comunidades indígenas han tomado la decisión de cerrarse o aislarse, para evitar los contagios; por lo tanto, la estrategia de trabajo se enfocará fuertemente en una iglesia indígena que asume la misión con mayor protagonismo para su etnia y etnias vecinas, ya que el ingreso de extranjeros o nacionales será limitado o imposible por un tiempo.[4]

Esta puede ser la oportunidad más grande en la historia para que la iglesia mundial comparta la esperanza que tenemos en Cristo, tanto en los vecindarios donde vivimos, como en lugares distantes.  Debemos trabajar juntos como líderes en discernir con la ayuda del Espíritu Santo, nuestro consolador, e imaginar el nuevo futuro, ya que lo normal de antes no volverá.  Es posible, que varios paradigmas, supuestos, enfoques y métodos deben cambiar.

[1] Ejemplos de crisis comentadas por líderes: confinamiento obligatorio por causa de paros armados, inseguridad con causa del narcotráfico, distintos tipos de incursiones armadas, desempleo, enfermedades personales y familiares, tiempos de escasez en la economía familiar.

[2] Recomendaciones dadas por Eddy Fonseca, consultor en desarrollo organizacional y miembro del equipo de la Alianza Global Wycliffe en las Américas.

[3] Fuente: https://synergysummit.global/?Synergy_Summit_Workshop_Series&utm_term=0_d8aa04ebf3-163a1eb95b-532391258  (Accesado el 16 de abril de 2020).

[4] Javier Mayorga, director del Movimiento de las Tres Olas informó que comunidades indígenas han cerrado fronteras para evitar el contagio.