Por Luis David Martí
Es irónico que las plataformas de comunicación que en algún momento se señalaron por volver a las personas más individualistas y distanciarlas de la sociedad (lo cual tiene mucho de verdad) al día de hoy se hayan vuelto completamente lo contrario, una herramienta vital para comunicarnos en medio del ‘distanciamiento social’ impuesto por muchos gobiernos en el mundo en medio de la crisis por el COVID-19.
No soy un especialista en virología, pero no hace falta serlo para darse cuenta que algo que este virus ha tenido, a diferencia de muchos otros virus que han surgido en el transcurso de la historia de la humanidad, ha sido su capacidad de esparcirse a una escala planetaria y a una velocidad nunca antes vista. Es interesante, porque el concepto en internet que conocemos como ‘viral’ viene exactamente de esa capacidad de un virus de esparcirse, pero lo hemos usado por años para referirnos a la capacidad que tiene una publicación (sea una foto, un video, un texto, un meme, un gif) de difundirse por el mundo a una velocidad que se calcula en miles o millones de ‘likes’ y de veces compartido por segundo.
Siempre me ha impactado la forma en cómo Jesús comunicaba ya que, para la época en la que él vivió, la oralidad era uno de los medios de comunicación que más se utilizaban. Jesús se adaptó a esa realidad y utilizó parábolas, analogías y otros recursos orales como un medio para ilustrar verdades profundas y divinas.
Estoy convencido que Dios nos ha dado a los seres humanos una capacidad de adaptación, y a los creyentes, de manera especial, a su Espíritu Santo para discernir y entender mejor los tiempos. Esa adaptación ha sido evidente en el cambio dramático que la Iglesia del Señor ha experimentado en las últimas semanas, de tener que pasar (casi de forma obligatoria) de reunirse en templos a congregarse a través de Facebook o Youtube, y a tener sus grupos juveniles, estudios bíblicos, grupos de matrimonios, mujeres, hombres, en una sala virtual de Zoom u otra plataforma.
Nosotros somos el cuerpo de Cristo, y ese cuerpo es la iglesia (Colosenses 1:18), y seguiremos siendo iglesia sea que nos congreguemos en un templo o en el ciberespacio. Algo que he aprendido en este tiempo, es que la iglesia no depende de un lugar físico donde reunirnos.
En Isaías 55:11 el Señor dice que su Palabra no regresará vacía, dará fruto y prosperará a todos los lugares donde él la envíe. Cuando Jesús hablaba, su Palabra se volvía viral en el mundo (Mateo 4:23-25) y tenía un impacto eterno en aquellos que la escuchaban y guardaban en su corazón. Lo hermoso de esta promesa es que se sigue cumpliendo en nuestro tiempo.
No sé si a este punto muchos todavía siguen resistiéndose al uso de la tecnología y los medios de comunicación como un recurso para la evangelización, pero hoy, como nunca antes, internet está inundado por el mensaje de la Palabra de Dios, así como de personas en sus casas navegando por las redes sociales y sedientas por encontrar respuestas. ¿Casualidad? No lo creo. Más bien, pienso que es un tiempo fascinante que Dios nos está permitiendo en el que podemos sobrepasar fronteras sin necesidad de movernos de nuestras casas y, literalmente, poner el mensaje de las buenas nuevas en la mano de millones de personas hasta lo último de la tierra.
La traducción de la Biblia también ha sido clave para que el mensaje del Evangelio afecte y transforme comunidades locales en muchos países. A la fecha existen 698 idiomas con la Biblia completa, representando a 5.6 mil millones de personas. ¡Gloria a Dios! Pero todavía hay mucho por hacer. Y en este tiempo en el que se ha marcado el inicio de una nueva era digital para la humanidad, no podemos olvidar a todos aquellos que todavía no tienen ni si quiera un versículo en su lengua materna.
Justo en este momento hay millones de creyentes encerrados en sus casas 24/7 con mucho tiempo entre sus manos, y a quienes podemos alcanzar para sembrar una inquietud en su corazón por los pueblos que todavía no tienen la Biblia en su idioma, y para motivarlos a que se involucren en proyectos de traducción de la Biblia, ya sea dando, orando y, en el futuro, yendo. ¿Qué podemos hacer como organizaciones para motivarlos a involucrarse en una causa como lo es la traducción de la Biblia?
A ti que estás leyendo estas líneas, quiero dejarte una palabra final de desafío. Va a depender de nosotros mismos que al terminar esta crisis sigamos siendo las mismas personas o que, como dice Romanos 12:2, dejemos que Dios nos transforme por medio de la renovación de nuestra mente.
El Evangelio debe seguir expandiéndose por toda la tierra. Comuniquemos de acuerdo a la realidad en la que vivimos hoy, usemos los medios de comunicación a nuestro alcance, y hagamos viral el Evangelio que liberta y que traerá paz, compasión, misericordia, esperanza y salvación a las vidas de aquellos en el mundo que hoy mismo están inmersos en el temor, la incertidumbre y la desesperanza.
Sigamos esparciendo por el mundo la Palabra de Verdad, y que el mandato de Jesús en Mateo 28:19 no se detenga.