Por Dr. Carlos Pinto
No temáis porque he aquí doy nuevas de gran GOZO… Os ha nacido hoy un SALVADOR… Gloria a Dios en las alturas y en la tierra PAZ.
La época de la Navidad provoca sentimientos de alegría y celebración, pero también de melancolía, miedo y hasta de dolor emocional, lo cual es extraño porque la Navidad es la prueba de la promesa cumplida de nuestro Creador, de traernos PAZ a través del nacimiento del Emanuel, del Salvador, de Jesús. ¿Pero si la Navidad es una celebración del nacimiento de quien dio su vida por nosotros para que al final nosotros seamos de Él y tengamos perdón y vida eterna, entonces por qué nos asaltan emociones contradictorias?
Las Contradicciones
Timothy Keller, en su libro Navidad Escondida, menciona que la navidad es celebrada por dos grupos diferentes: gente religiosa y gente secular. Yo diría que ambas cosmovisiones (diferentes) se influencian mutuamente.
Para el mundo secular la Navidad es una fecha sentimental, donde se idealiza la paz familiar, el comprar y dar regalos a familiares y amigos como un esfuerzo colectivo de negar la realidad, de la crisis que vive la familia y sociedad anestesiándose a través de la ola del consumismo. Como bien sabemos el dinero, la compra de regalos, no adquieren la verdadera y profunda felicidad, la paz.
Por otro lado, la Navidad para el mundo religioso está centrada en la realidad del pesebre que nos invita a vivir esta celebración con humildad y gratitud. Esta fecha nos anima a recordar quién es el niño Jesús, que nació porque Dios decidió encarnarse y vivir en medio de nosotros. ¿Qué quiso lograr con esta acción milagrosa y gloriosa? El enfoque para el mundo cristiano es reconocer con gratitud el regalo que se nos ha dado y, de pronto, copiar el modelo de celebración que los pastores de ovejas, los primeros invitados a celebrar la primera navidad, realizaron. Lucas 2: 8-20 menciona que los pastores: 1) escucharon, 2) creyeron, 3) obedecieron, 4) testificaron y 5) alabaron; todo esto, al parecer, con humildad y gratitud. Si pudiéramos imaginar que mientras en la ciudad de Belén la gente estaba ocupada por el consumismo de su época, los pastores – desposeídos de riqueza material, siendo pobres- fueron por la gracia de Dios hechos ricos, al ser los primeros invitados a celebrar la primera Navidad.
Misioneros y Navidad
Me pregunto ¿Cómo experimentan la Navidad los misioneros que están viviendo en países lejanos y extraños? Una de las emociones sentidas puede ser la melancolía o tristeza al no estar en su país de origen, con su familia extendida, en esta fecha tan particular. Celebración que la vivieron durante su infancia, juventud, adultez; y posiblemente, grabó en sus mentes gratos recuerdos de conmemoración familiar.
El cerebro tiene un área donde se registran las emociones buenas y malas vividas a lo largo del tiempo y cuando en algún momento ciertos elementos se suscitan, evocan entonces la memoria de lo vivido. Es por esa razón que cuando se ven las LUCES de Navidad en las tiendas, calles o casas, inmediatamente el cerebro evoca las emociones sentidas en el pasado y esto provoca el sentimiento de añoranza, de estar en su país, con su familia, en esta época navideña. A veces, podría aparecer el temor porque las experiencias anteriores fueron conflictivas.
Un sentimiento de cierto vacío interior puede ser experimentado por el misionero o familia misionera, al sentir que no están las personas o familia extendida, con la cual aprendieron a celebrar la Navidad, asistiendo a la iglesia, cenando juntos, abriendo los regalos para los niños, cantando alabanzas todos juntos. Diversos estudios neurológicos mostraron que en la época de Navidad surge un incremento de actividad en áreas del cerebro que se reconocen como asociadas a la espiritualidad. En este sentido el misionero, al ver las luces, al recordar la fecha, puede sentir un despertar en su zona cerebral asociada a la espiritualidad, al tiempo que siente la ausencia de la contraparte, que es el no tener presente su familia con quien celebrar este tiempo.
Finalmente, la familia misionera puede experimentar una disonancia o contradicción emocional que provoca estrés y sentimientos de culpa, porque racionalmente sabe que es una fecha de celebración y alegría, pero a su vez, por las condiciones mencionadas, contradictoriamente siente tristeza. Esta situación se agudiza aún más porque a la familia misionera se le exige, y también se autoexige, ser modelo perfecto de celebración del evento navideño, acontecimiento que justamente ha provocado que abrasen el llamado de llevar el mensaje del Evangelio a personas que no han escuchado esta gran verdad redentora.
¿Qué hacer?
La iglesia enviadora requiere prepararse con tiempo para acompañar y estar presente junto a la familia misionera que está en el campo. Enviar cartas, tarjetas, mensajes electrónicos cargados de afecto y reconocimiento a su labor. Compartir una ofrenda particular para que celebren la navidad en forma especial, también es una forma de reconocer la labor sacrificada de la familia misionera. Enviar un video con el saludo del pastor y del departamento de misiones con palabras gratas, provocará en la familia misionera el sentido de pertenencia tan importante en todo tiempo, más aún en época navideña.
A su vez, en el caso que la familia misionera haya regresado a casa debido a la pandemia, el dolor que podrían experimentar es la nostalgia de no estar en esta fecha navideña en el campo como lo estuvieron en años anteriores. La iglesia podría aprovechar esta oportunidad para hacerles un reconocimiento público o incluir este reconocimiento en la celebración navideña planificada.
Por otro lado, la familia misionera, sabiendo que los sentimientos contradictorios se presentan en esta fecha, puede construir una estrategia que apoye el qué hacer para compensar intencionalmente los vacíos que sentirán en las épocas navideñas. Lo primero pudiera ser reconocer – como decía Juan Calvino- que en la Navidad la comunidad cristiana no celebra al “papa Noel” sino a la encarnación del Padre Celestial.
La celebración del adviento cada semana, encendiendo las velas, puede ayudar a fomentar un ambiente cálido de familia y, si se invita a personas a las que se les ha compartido el mensaje del evangelio, entonces pueden sentirse que no están solos, sino que están acompañados por otras personas, que al compartir la fe se tornan un remplazo de la familia extendida o familia congregacional que dejaron en su país.
El entonar cada día cánticos e himnos navideños, así como leer porciones breves sobre el anuncio profético del nacimiento de Jesús, el Salvador y EMANUEL, puede ayudar a dar un sentido más profundo de lo que se está celebrando y saberse amados por Dios, al ser portadores de su mensaje en tierras lejanas. Diversos estudios psicológicos indican que cuando un grupo de personas cantan juntas, y más aún dentro de una celebración espiritual, se provoca un aumento del sentimiento de apego, cada uno se siente más cercano del otro y aumenta su identidad de pertenencia al grupo, bajando el nivel de estrés, lo cual contribuye a una mejora de la salud física y emocional. Deben evitar pasar la Navidad solos. Es importante unirse a otras personas de su equipo misionero.
El tener momentos de visitación, vía Zoom o llamadas Whatsapp, con la familia extendida puede disminuir el sentimiento de aislamiento. El hacer esta visitación y cantar juntos, orar y contarse los planes que cada uno tiene, pudiera aumentar la “hormona de la felicidad llamada oxitocina”, que aumenta su producción cuando el sentimiento de apego se hace visible entre las personas.
Recordar la verdadera teología de la Navidad puede ayudar a eliminar el estrés provocado por los mensajes distorsionados que comunica la sociedad secular de un sistema consumista o mercantilista en su forma de celebrar la Navidad. El sentimiento de felicidad, paz y no temor, nos es dado como un regalo por nuestro Creador a través del nacimiento de Jesús, nuestro Salvador.
Animémonos con la historia de los pastores y el pesebre.