La piloto Joyce Lin, misionera evangélica, llevaba ayuda contra la pandemia de COVID-19 en Nueva Guinea. “Mi mayor emoción es compartir el amor de Jesús” decía en un email.
El pasado 12 de mayo la piloto Joyce Lin subió a la cabina de su avioneta Kodiak, enfiló la pista de despegue y levantó vuelo. Llevaba a bordo test rápidos para detectar la COVID-19 y provisiones que la ONG en la que trabajaba como misionera quería trasladar hasta una remota aldea de la cordillera central de la isla de Nueva Guinea.
Había hecho el mismo recorrido muchas veces, pero esta vez se complicaron las cosas y fue la última vez que lo hizo.
A los dos minutos de despegar, mientras dejaba atrás el lago Sentani próximo a la frontera de Indonesia con Papúa Nueva Guinea, la piloto y misionera evangélica estadounidense mandó un mensaje de alerta a la torre de control. Algo iba mal en el aparato. Pronto se precipitó en el agua, falleciendo en el accidente.
La historia de Joyce Lin ha conmocionado a los habitantes de la remota región de Nueva Guinea. El pasado viernes, unas 300 personas se congregaron –con las mascarillas puestas y marcando la distancia física– en el funeral de esta creyente de 40 años. “Murió haciendo lo que amaba: servir a la gente que quería en un lugar que adoraba, algo que sentía como su profunda vocación”, ha señalado una amiga cercana, Christy Geaslen, cuyo esposo trabajó con Lin.
La ONG para la que trabajaba Lin, la Mission Aviation Fellowship (MAF) es una organización cristiana evangélica de EE.UU. \»Joyce era una luz que reflejaba a Jesús, y será profundamente extrañada\», escribió el MAF en un comunicado.
Lin contaba con diez años de experiencia como piloto. En los últimos dos meses se había dedicado a llevar materiales de protección contra la COVID-19 a lugares remotos de Nueva Guinea. En algunos de sus desplazamientos evacuó también a personas afectadas de otras enfermedades para poder ingresarlas en hospitales. Muchas veces oraba por ellas durante el viaje.
Pero junto a su misión humanitaria, siempre iba presente su mensaje de fe. \»Aunque siempre estaré emocionada de volar aviones y trabajar con computadoras, mi mayor emoción es compartir el amor de Jesucristo y así ayudar a transformar el profundo desánimo y el duelo de otras personas en baile y alegría\».
Indonesia ha diagnosticado más de 1.000 muertes por coronavirus, según cifras de la Universidad Johns Hopkins. Esa es la cifra más alta de muertes en cualquier país del este asiático, aparte de China, y solo Singapur y China han tenido más casos.
Lin era hija de inmigrantes taiwaneses en EE.UU. Después de obtener dos títulos en ingeniería, seguido de una carrera de diez años como oficial en la Fuerza Aérea de los EE. UU. y en seguridad cibernética del sector privado, Joyce se sintió conducida a servir a Jesús y a su prójimo de una manera práctica. Por ello se inscribió en el Seminario Teológico Gordon-Conwell, donde se graduó en 2017.
Mientras estaba en el seminario, descubrió la aviación misionera y viajó a Papúa, Indonesia, para realizar una pasantía de verano con MAF. Y finalmente lo dejó todo para dedicarse a la labor misionera.
“Muchas veces, cuando la gente piensa en un misionero, no caen en lo que yo hago”, había dicho en un vídeo corporativo de su ONG. “No piensan en pilotar un avión o reparar un ordenador. Piensan en alguien que va por ahí evangelizando, y eso no es lo que hacemos la mayor parte del tiempo”.
Joyce vio el enorme impacto positivo que el evangelio había tenido en Papúa. La transformación que sucedía en comunidades aisladas dispersas en esta vasta isla era evidente para ella. \»Tengo el privilegio de estar sirviendo a las muchas iglesias y misioneros en Papúa que continúan llegando a pueblos aislados para que las personas puedan ser transformadas física y espiritualmente\», dijo Joyce en un correo.
Fuente: Evangélico Digital