Por Dr. David Cárdenas
Entendernos como parte de un ecosistema misionero equipará a los líderes para navegar y colaborar efectivamente en nuevas condiciones de la Gran Comisión
La amplia y compleja diversidad de la iglesia global, los movimientos misioneros, las múltiples redes y asociaciones misioneras, en un contexto mundial cuyas realidades cambian constantemente, al igual que los campos de misión, requieren miradas innovadoras para examinar, entender, practicar la vida en el Cuerpo de Cristo, y así cumplir la Gran Comisión.
De cara a la década 2020-2030 hablar de trabajo en red, colaboración y alianzas estratégicas en la misión sigue siendo un asunto muy importante para el trabajo misionero. Cada ministerio forma parte de un ambiente relacional en una u otra medida. Entre más diversidad tengamos, mayores serán las oportunidades y los retos, para una vida comunitaria que dé la gloria a Dios.
Enfrentar la nueva década requerirá tener acceso a la información (contactos, materiales, base de datos), conexiones y conocimiento como es normal en una red o ambiente colaborativo, y demandará una sabiduría individual y colectiva para actuar con compromiso bíblico en este escenario de riqueza y complejidad.
Para comprender mejor las dinámicas de la misión hoy, es preciso reinterpretar cómo una organización misionera o iglesia encaja en un contexto más grande -asociación, red, movimiento- y saber cómo se comportan, conectan e interactúan las partes entre sí. Entre más conexión y compromiso, surgirán por ejemplo, soluciones innovadoras entre otros beneficios.
La mayoría hemos sido influenciados para pensar desde una visión mecanicista, donde se miran las partes individualmente y luego cómo trabajan hacia un objetivo común. Desde otra perspectiva, profesiones como biólogos, planificadores urbanos, sociólogos y desarrolladores de software se han dado cuenta que cuando se miran las partes en su conjunto y cómo se relacionan entre ellas en un contexto dado, se perciben otras dinámicas complejas y multidimensionales que superan una visión mecanicista.
Es por ello que en este artículo animaré a una mirada diferente a las relaciones colaborativas en la misión, adoptando un enfoque ecosistémico.
1. Los ecosistemas, ambientes de vida y relaciones funcionales
“Todo ha sido creado por medio de Él y para Él” Colosenses 1:16
Un ecosistema es: “un sistema, o grupo de elementos interconectados, que interactúan como una comunidad de organismos dentro de su ambiente.”[1] Estos se encuentran en todo el planeta y se forman por diversas clases de seres vivos y factores de contexto. Cada ecosistema está organizado en procesos orgánicos, donde las partes interactúan de diversas formas entre sí y con sus ambientes, emergiendo un inimaginable conjunto de redes de relaciones.
Hay cualidades y comportamientos que caracterizan los ecosistemas que son de utilidad para entender cómo funcionan los ecosistemas organizacionales colaborativos. Los ecosistemas tienen un hábitat y se componen de diversidad de organismos reproducibles. Allí se da una compleja red de relaciones entre sus partes y en un equilibrio dinámico. Una alteración abrupta produciría el desequilibrio o la extinción del ecosistema, pero a la vez tienen la capacidad de reaccionar para adaptarse a los cambios del entorno generando resiliencia para su sostenibilidad.
Hay interacciones saludables como el mutualismo, simbiosis y comensalismo donde ambas partes son beneficiadas; y hay interacciones no saludables como la competencia, parasitismo y depredación donde uno podría ser destruido por otro.
La interacción de recursos e información entre las partes puede generar nuevas posibilidades o capacidades que no pueden surgir desde las partes individuales. Estos desarrollan su propia estructura, la cual se adapta a lo largo del tiempo, en la medida que el aprendizaje es ascendente y hay intercambio de información.
Los ecosistemas son ambientes orgánicos diseñados por Dios para mantener y promover la vida. Son obras maestras de Dios de las cuales podemos aprender.
2. Entornos misioneros como ecosistemas
Es posible que usted forme parte de varios ecosistemas a la vez, como una red de relaciones interpersonales (incluye redes sociales), una red de ministerios o un movimiento misionero. Por ejemplo, un ambiente de misión en Latinoamérica como COMIBAM o la Alianza Global Wycliffe incluye iglesias (locales y denominaciones), agencias (con múltiples modalidades y procedencias), centros de entrenamiento, instituciones teológicas, redes de cooperación misionera (locales, regionales y globales), todos interactuando multidimensionalmente y en factores contextuales diversos: teológicos, económicos, sociales, lingüísticos, religiosos, migración, persecución, opresión, diferencias culturales, etc.
Aplicar la ciencia de los ecosistemas a los ambientes ministeriales de misión, invita a reinterpretar la vida en el Cuerpo de Cristo en términos de identidad y comportamiento, entendiendo de por sí, internamente el Cuerpo es un ecosistema también. ¿Qué se puede aprender?
Hay organismos clave. Un ecosistema ministerial tiene una gama diversa de personas y organizaciones, de los cuales algunos emergen como puntos clave que ofrecen al ecosistema dinámicas esenciales para la sostenibilidad. Implica identificar, honrar e invitar a aquellos que aún faltan. La diversidad de las partes es una característica propia del Cuerpo de Cristo. Un ecosistema es una comunidad diversa en la que cada organización tiene su historia y contexto organizacional, teológico y cultural.
Estos organismos interactúan. Cuando los líderes de las organizaciones dentro del ecosistema se comportan relacionalmente conforme al evangelio de Jesús, les permitirá mejorar los beneficios obtenidos a través de interacciones mutuamente beneficiosas, y reducir el daño creado a través de interacciones antagónicas. La fortaleza de un ecosistema puede ser proporcional a la diversidad de sus miembros. Esto se debe a que a mayor diversificación disminuye la dependencia de una función u organización en particular.
El ecosistema es adaptable. En un mundo donde el cambio es inconstante e impredecible, el hábitat sufre rudas transformaciones, por ejemplo un evento social inesperado o la salida de un organismo clave de la comunidad. Es importante tener la capacidad para gestionar el cambio. A diferencia de las especies en los ecosistemas biológicos, los líderes tienen el potencial de pronosticar las condiciones futuras, sugerir estrategias y estructuras diseñadas para disminuir el daño y la incertidumbre. La reflexión misionológica intencional debe ayudar a discernir el hábitat y la búsqueda de rutas para el futuro.
El solo hecho que exista un ecosistema no significa que sea saludable o funcional. Hay redes o alianzas estratégicas que se han vuelto enfermizas. El liderazgo es guarda de la salud de la comunidad y debe promover acciones que promuevan la vida en paz bíblica y unidad espiritual.
La sostenibilidad de un ecosistema organizacional implica la adopción de valores que generen comportamientos para mantener niveles armónicos y satisfactorios para cada uno de los organismos involucrados, conforme a la visión que les une. Esto involucra una colaboración sana.
Al ser usted parte de un ecosistema, tengo algunas preguntas: ¿cada organización se identifica como parte de dicha comunidad o hábitat y manifiesta sentido de pertenencia? ¿Valoran la diversidad y promueven que otros sean parte? ¿Cada organización tiene clara sus funciones multidimensionales en ese entorno? ¿Las partes se comportan y colaboran de acuerdo con lo esperado? ¿Cómo se sostiene la vida y promueven las relaciones saludables? ¿Cómo tratan con las relaciones no saludables? ¿Cómo reaccionan a los cambios inesperados? ¿Cómo se relacionan con otros ecosistemas de misión? ¿Cuál es la sabiduría colectiva que se está logrando?
Desde la perspectiva de los ecosistemas, hay mucho por aprender, en vez de solo sentirse parte de alguna red e interactuar con algún fin. ¡Somos parte de un todo orgánico más grande! La vida es orgánica.
3. Desafíos para ecosistemas colaborativos en la misión
Entender nuestro entorno ministerial (sea red, movimiento u otro) desde un enfoque ecosistémico y comportarnos de acuerdo con ello, puede aportar nuevas dimensiones relacionales y colaborativas en favor de la Gran Comisión, mayor uso a la sabiduría colectiva y resolver desafíos pendientes. Propongo estos retos para organizaciones deseosas de modelar algo renovado [2]:
Desarrollar conciencia que la vida ministerial siempre es orgánica, y no meramente transaccional o de negocios. Somos parte de un todo y no se trata solo de su organización.
Las interacciones entre organizaciones nacen y se mantienen en el Gran mandamiento del amor al prójimo. Debemos superar la filosofía del utilitarismo que tanto daño ha hecho.
Identificar los comportamientos que construyen una cultura ecosistémica y comprometerse a actuar en esos. Ej. Colaboración, flujo de información y recursos.
Mapear su ecosistema permite: discernir el entorno, conocer la diversidad de las partes y sus funciones, las relaciones, los procesos de misión y estudiar cómo se comportan, se interrelacionan y qué hace falta.
Tratar con la cruz las interacciones no saludables, tales como: el ego organizacional, individualismo, indiferencia, competitividad destructiva y depredación.
Adaptación al cambio y aprendizaje en comunidad. Se debe combinar las experiencias y los conocimientos para responder bien e innovar.
Reflexionar sobre las implicaciones de un ecosistema donde hay relaciones con organismos con influencia en las decisiones, poder económico y trasfondo cultural variado.
Conclusiones
El concepto de ecosistemas puede ser útil como metáfora para discutir las condiciones, características y dinámicas multidimensionales que influyen favorable y desfavorablemente en comunidades misionales. Seguir profundizando en este asunto puede llevar las redes colaborativas a otro nivel, pues un pensamiento ecosistémico reta la manera como se participa en una comunidad.
La sabiduría que se logra, unida a la fuerza colectiva, incentivará la creación de soluciones innovadoras. Retará a la idea de sobrevivencia a servir funcionalmente con compromiso en una visión compartida en la misión de Dios junto a otros. Es posible que tengamos que vernos como biólogos que estudian, cuidan, promueven la vida del Reino y actúan como catalizadores para desencadenar procesos en beneficio de la red, movimiento y entorno del cual usted es parte.
[1] Fuente https://www.dictionary.com/browse/ecosystem (Accesado el 30 de febrero de 2019).
[2] La mayoría de estos fueron identificados en un diálogo con el Dr. Randy Mitchel sostenido el 22 de agosto de 2018, donde mutuamente exploramos el concepto de ecosistemas.