Por Breno A. Speckhann
Dios, en su inmensa sabiduría, decidió que sus hijos participaran en la misión de difundir las buenas nuevas del evangelio. En otras palabras, Dios no nos necesita, pero nos eligió para ser sus siervos en su misión de redimir al mundo. En este contexto, cabe señalar que la misión que se nos confía es relativamente sencilla (pero sumamente importante): anunciar, dar a conocer, explicar el sacrificio redentor de Jesús a todos aquellos que aún no han tenido la oportunidad de escuchar. El evangelio es, por lo tanto, un mensaje que necesita ser transmitido y recibido, porque ¿cómo escucharán (con sus oídos) si no hay nadie para predicar (con sus palabras) – Romanos 10:14.
Tanto el misionero tradicional como el misionero «hacedor de tiendas» están comprometidos en la misma tarea, la única diferencia entre los dos es que el hacedor de tiendas se dedicará a algún trabajo / profesión mientras proclama las buenas nuevas.
Como cualquier otro misionero, necesita que se le recuerde constantemente que el evangelio es un mensaje. Esto significa que no importa cuán especial sea su trabajo profesional o cuán gratificante sea cooperar con Dios por un mundo mejor, su trabajo es una bendición, pero no es el evangelio. En este sentido, la profesión de fabricante de tiendas es, después de todo, solo una plataforma para su presencia en el campo misionero. La función de esta plataforma será permitirle tener oportunidades para transmitir el mensaje que se le ha confiado.
Un cristiano dentro de su propia cultura debe compartir su fe en su contexto profesional, ya que no puede evitar hablar de quien transformó su vida. Sin embargo, enviar a este mismo profesional cristiano a Irak sin ningún entrenamiento de misión intercultural es una receta para el fracaso, tal vez incluso una receta para la tragedia.
En este caso, quizás se necesiten años de entrenamiento para equipar a un profesional para ser misionero. Asimismo, pueden ser necesarios años de formación profesional para equipar a un misionero a fin de ser apto para un campo “cerrado” en el que la figura del teólogo tradicional está prohibida. Vale la pena decir que es triste ver a los misioneros sentirse mentirosos en el campo, decir que son técnicos en un área determinada, pero en realidad no tienen experiencia, y solo tomaron un curso en internet antes de partir para la misión.
Considerar que la formación profesional del misionero es solo un detalle al estar en un país, puede resultar peligroso y un mal testimonio cristiano si la persona no sabe cómo desempeñar la función para la cual obtuvo la visa de trabajo. El campo misionero necesita buenos “fabricantes de tiendas” y no fabricantes de fiascos.
Una vez formado y enviado, la vida del hacedor de tiendas será un constante malabarismo entre el tiempo que dedicará a su trabajo y su ministerio, sin olvidar obviamente su salud familiar, física, mental y espiritual. En definitiva, la vida estará ajetreada porque a pesar de tener dos frentes de trabajo, la jornada seguirá teniendo solo 24 horas. En mi caso, todos los días me enfrento al desafío de cómo ser excelente en mi trabajo y al mismo tiempo cómo podré estar libre del hospital para poder dedicarme al ministerio, profundizando en el conocimiento de lo local, del lenguaje, involucrarme en la evangelización y el discipulado, preparar estudios para grupos, etc. La realidad es que tengo que vivir con el hecho de que no tendré tiempo para hacer todo lo que me gustaría.
Aunque la formación y la vida del fabricante de tiendas es compleja, su alcance es espectacular. Es él quien tendrá acceso a países considerados “cerrados” a los misioneros tradicionales. Este argumento aislado sería suficiente para animar a los nuevos “fabricantes de tiendas”, pero hay otros tres puntos que creo que también son muy positivos:
1) El “fabricante de tiendas” tendrá una identidad muy sólida en el país donde vivirá. La identidad sólida aumenta enormemente la credibilidad de una persona y, en consecuencia, su testimonio de fe termina teniendo un mayor impacto.
2) Al participar en una actividad profesional, tendrá muchos más contactos y relaciones con los locales. Las relaciones en el campo misionero valen oro.
3) Varios informes muestran que muchos nuevos cristianos acaban interesándose por la vida del misionero tradicional porque tienen la impresión de que se gana muy bien la vida sin «trabajar». En este sentido, especialmente en contextos de gran pobreza, el hecho de que el misionero tenga una profesión sirve de modelo para los nuevos creyentes, que un cristiano también trabaja.
Finalmente, ni la profesión ni el ministerio deberían definir qué es un “fabricante de tiendas”. Debe ser alguien que sepa que es un hijo amado de Dios. Una persona impactada por el mensaje del evangelio de tal manera que está dispuesta a reproducirlo de forma natural, aunque esté lejos de su zona de confort.
Los campos están llenos, pero los trabajadores son pocos. ¡Sé parte de esto también!
Fuente: Missão Zero